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Introducción, ubicación, breve historia y detalles más interesantes
Hace pocos años se abrían al público las catacumbas de Vigna Randanini, fechadas entre los siglos II y IV d. C., una joya arqueológica fundamental para conocer el pasado judío de la ciudad de Roma.
Los primeros restos se descubrieron el 1 de mayo de 1859 en unos viñedos propiedad de la familia Randanini. Fue el propietario, Giuseppe Randanini, quien, junto al arquitecto Ignazio del Frate, realizaron los primeros trabajos durante los años siguientes a su descubrimiento. A principios del siglo XX la propiedad pasó a manos de la familia Del Gallo di Roccagiovine debido a la mala situación económica que atravesaban los Randanini, que tuvieron que subastar la finca y venderla a sus actuales propietarios.
Estas catacumbas, que abarcan un espacio de casi 18 000 m2 y se encuentran a 10 m de profundidad, constituyen un ejemplo de la importancia que tuvo la población judía durante los primeros siglos de Imperio romano. Porque esta necrópolis no solo es especial por los frescos y sepulturas que conserva, sino por ser una de las pocas áreas funerarias que se pueden adscribir a los judíos que habitaban Roma. De hecho, frente a las 60 catacumbas cristianas que se conocen en la capital del Lacio, se han documentado solo 6 pertenecientes a las antiguas comunidades judías. De ahí la importancia de estas tumbas.
Como los cementerios de los primeros cristianos, esta zona estaba situada fuera de las murallas de la ciudad, siguiendo las directrices que regulaba la convivencia en Roma y que aparecían recogidas en la Ley de las XII Tablas. De este modo, los enterramientos se practicaban fuera del pomerium, que delimitaba el límite sagrado de la ciudad. La ampliación urbanística producida con el paso de los siglos ha determinado que las sepulturas se encuentren hoy en día en la zona de intramuros.
Las catacumbas de Vigna Randanini tienen una longitud de 720 m, aunque solo se pueden recorrer 450. Los enterramientos se distribuyen en dos niveles. Se trata de inhumaciones dispuestas en loculi abiertos en las paredes (conocidos en la tradición hebrea como kokhim). En estos nichos, el cuerpo del difunto se colocaba de manera perpendicular a la pared, por lo que solían ser bastante profundos para acoger el cuerpo completo de un individuo adulto. Igualmente, se han localizado arcosolios similares a los hallados en las catacumbas cristianas.
Una vez depositados, los restos se cubrían con una lápida, como después harán los cristianos en sus cementerios subterráneos.
Del mismo modo, en estas catacumbas también encontramos las tradicionales estancias privadas donde los familiares rezaban por las almas de los fallecidos allí enterrados y rendían culto al dios protector de su custodia.
Decoraciones e inscripciones
La decoración presente en los muros y techos de los subterráneos es claramente alusiva al judaísmo. Buena prueba de ellos son los pájaros y las escenas de baile que embellecen las catacumbas, así como la aparición de motivos como la vid, sobre cuyo cultivo hablan algunos libros sagrados que componen el Tanaj, como el Deuteronomio.
De igual modo, hay que destacar el volumen de inscripciones halladas, documentadas tanto en epitafios como en las paredes, que están escritas en arameo, latín y griego. Los especialistas apuntan que solo el 26 % de las inscripciones halladas usan el latín, lo que denotaría que el griego podría haber sido el idioma más usado entre estas primeras comunidades, con un 63 %. Incluso hay inscripciones bilingües en griego y latín, escritos que superan el 10 %. El empleo del arameo sería, en cambio, muy escaso. Lejos de llamar la atención, la poca presencia de las lenguas semíticas en las catacumbas judías de Vigna Randinini resulta del todo lógica, puesto que los judíos que llegaban a Roma procedían de ciudades helenísticas de Alejandría, Siria o Grecia, por lo que resulta comprensible que utilizaran el griego como su lengua habitual (GOZALBES, 2002: 76).
Las más antiguas
Aunque se pensaba que las cristianas eran las catacumbas más antiguas de Roma, las fechas aportadas por los enterramientos judíos confirman que las hebreas son anteriores. Así, cuando a finales del siglo II y comienzos del siglo III d. C. los primeros grupos cristianos entierran a sus muertos en estas galerías subterráneas en torno a la vía Apia, los judíos ya llevaban, al menos, 100 años inhumando a sus muertos de este modo.
Las catacumbas de Vigna Randanini se localizan en una finca particular ubicada en la vía Apia, concretamente, entre la vía Appia Antica y la vía Appia Pignatelli. Su acceso puede realizarse a través de ambas calzadas, aunque no está abierto al público, por lo que hay que concertar una visita guiada para poder disfrutar de este bien cultural tan singular.
Bibliografía
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DELLO RUSSO, Jessica. «The Discovery and Exploration of the Jewish Catacomb in the Vigna Randanini in Rome: Records, Research and Excavations through the year 1895». Roma Subterranea Judaica, 5. Roma, Publications of the International Catacomb Society, 2011. Disponible en http://www.catacombsociety.org/wp-content/uploads/2015/04/The_Discovery_and_Exploration_of_the_Jew.pdf.
GÓMEZ FUENTES, Ángel. «Se abren las catacumbas judías de Vigna Randanini», en ABC, 2 de mayo de 2016. Disponible en http://www.abc.es/cultura/abci-abren-catacumbas-judias-vigna-randanini-201605021657_noticia.html.
GOZALBES CRAVIOTO, Enrique. «La diáspora de las comunidades judías en el occidente romano», en CATALÁ RUBIO, Santiago; MARÍA MARTÍ, José; GARCÍA PARDO, David: Judaísmo, Sefarad, Israel. Actas del II Encuentro sobre Minorías Religiosas. Cuenca, Colección Estudios, 2002, pp. 51-80.
LAURENZI, Elsa. La catacomba ebraica di Vigna Randanini. Editorial Gangemi, 2013.
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